14.12.13

Una niña en Notre Dame

(Visitando París, un día de noviembre.)

Paseo por la girola de Notre Dame. Es domingo y misa de 12:00. En una de las capillas, frente a algún muerto añejo o un santo descascarado por el tiempo, en una silla junto a sus padres, una niña rubia, de 7 u 8 años, reza fervorosamente, las manos unidas, los ojos cerrados, buscando conectar con una fuerza sobrenatural.

Pienso que a alguno le parecerá enternecedor que una niña pequeña exhiba tanta dedicación religiosa. A mí me parece estremecedor. Tanta dulzura invertida en una mentira cruel, contada minuciosamente por su entorno, sus padres... Tanta libertad cortada sin florecer, tanta luz ensombrecida en una niña sin culpa de que quienes a su alrededor crean que nació sucia de un pecado horrible, un pecado original que la vuelve culpable por haber nacido.

Yo creo en su libertad. Y no puedo cree en su culpabilidad. Creo en su luz, no en las tinieblas del miedo destilado de supersticiones inútiles.

La niña le confía sus deseos a un dios que nadie ha visto. Yo me limito a desear que no se le cuenten mentiras sangrientas a los niños y que ya no caigan de rodillas ante las tinieblas.

No es mucho pedir.