11.5.14

La masonería, ¡qué miedo!... o no

¿Qué opina de la masonería? ¿Cree que hay algo de verdad en las teorías conspiratorias de la historia sobre ella o son simple mito?

El "Gran Arquitecto del Universo", la imagen
de la deidad que desarrolló la masonería en
sustitución de la deidad cristiana.
La masonería fue una buena idea en el siglo XVII-XIX, hoy es un anacronismo curioso pero poco relevante porque hoy en día no es necesario esconderse en un sótano y tener un santo y seña para un grupo que discuta cualquier cosa, desde la revolución comunista estilo Mao hasta la reconstrucción del Tercer Reich, la necesidad de igualdad de oportunidades y derechos para la mujer o la exigencia de sumisión de la mujer... hoy se puede hablar de política, atacar al rey, al cardenal y al presidente, sugerir opciones de organización social, política y económica, hacer el orgullo gay e incluso promover la homofobia al estilo Intereconomía. Es decir, el pensamiento ilustrado nos dio la libertad de expresión de las ideas.

En las sociedades donde hay libre expresión de las ideas, una sociedad secreta para hablar libremente es un poco idiota. Y de hecho conozco a algunos masones a los que esto les duele mucho, por cierto. Cualquier mutualidad, fraternidad, hermandad, sindicato, organización gremial o colegio, por otra parte, cumple hoy además la otra función que tuvo la masonería: la de ayudar a sus miembros cuando se metían en líos principalmente por motivos políticos.

La masonería fue el centro de la política burguesa de la ilustración. Pero no por nada siniestro o esotérico. El motivo es que era en las logias masónicas donde se podía hablar libremente de ideas que no resultaban muy simpáticas para las cabezas coronadas, las sotanas y las aristocracias parásitas de la época. Los masones se consideraban libres, y defendían el libre pensamiento y la libre opinión, así que no es extraño que participaran en los principales movimientos sociales y políticos de la época como la revolución francesa, los procesos independentistas americanos. El 25% de los miembros de la asamblea francesa resultado de la revolución eran masones. Los independentistas en toda América eran en general masones. Vamos, que cualquier amante de la libertad de hoy en día habría sido masón, lógicamente, de haber vivido en el XVIII-XIX.

Mozart en su logia masónica.
Las teorías conspiratorias se basan esencialmente en la ignorancia popular acerca de la relevancia que tuvo la masonería. Cuando se derrumbó la monarquía francesa, cuando los pueblos americanos ya eran independientes, desapareció la necesidad del secreto (o "discreción", palabra que les gusta más) de los masones. Por supuesto, los promotores de la contrailustración, los defensores de monarcas, aristocracias y la obediencia ciega a la iglesia necesitaban demostrar que la Revolución Francesa era ilegítima, que "la gente" en realidad no la quería sino que le fue impuesta por una horrenda conspiración. Así, Barruel, Robinson y otros le atribuyeron la conspiración a los masones y a otra sociedad secreta a la que, como no podía defenderse por no existir, le podían atribuir todos los horrores imaginarios, los Illuminati, que habían existido apenas de 1776 a 1785 (cuatro años antes de la Revolución Francesa).

En México, por citar un caso que conozco, los partidos políticos que se disputaron el poder inmediatamente después de la independencia eran los yorkinos y los escoceses. No había ningún "secreto". Los escoceses (miembros del rito masónico escocés) eran conservadores –había entre ellos hasta algún virrey español en México– y los yorkinos (del rito de York, obvio) eran liberales. El primer presidente de México, un personaje maravilloso, Guadalupe Victoria, y buena parte de su gabinete eran yorkinos. Los periódicos de la época, los libros de la época, los discursos de la época, hablaban abiertamente de yorkinos y escoceses como hoy se habla de socialdemócratas y democristianos.

En Estados Unidos y en todos los países latinoamericanos, las logias masónicas eran la base de los partidos políticos, y a nadie le parecía raro ni reseñable. Usaban sus símbolos como todo el mundo (hasta el Club de Mickey Mouse) y trabajaban abiertamente. Lo asombroso es que ahora eso se venda como si hubiera sido un complot secreto que viene a descubrir algún paranoico que se come los bigotes y ve conspiraciones hasta en la forma de los tomates.

Gran sala masónica de Londres
A fines del XIX las logias ya no sirven a esa función, la libertad política y las nuevas ideas como el socialismo marxista, el anarquismo, el desarrollo del liberalismo económico y social, hacen que se vayan diluyendo porque la gente puede y quiere participar en política sin necesidad de pertenecer a las logias masónicas. Puede haber tradiciones (por ejemplo, hay logias que nombran Gran Maestro a cualquiera que sea presidente de ciertos países latinoamericanos, pero esto tiene tanto significado como que Juan Pablo II fuera miembro de honor de la Academia Chilena de la Lengua correspondiente de la Española –que lo fue), pero no son sustantivas. La consolidación de la revolución industrial cargó con la masonería, su ingenuidad y su relevancia. La tradición de los grupos gremiales que dio origen a la masonería se vio sustituida por las organizaciones de trabajadores, de obreros asalariados de una nueva clase: los sindicatos.

Llega el siglo XX y los nuevos totalitarismos (y los chifladitos) necesitan un enemigo a modo, y se les ocurre que la masonería es un buen fantasma, considerando que ya le sirvió a otros reaccionarios como Berruel. Cierto que en España las logias seguían teniendo participación política, pero no sirviendo a algunos intereses oscuros masónicos, sino siguiendo sus diversas inspiraciones políticas: unos centralistas y otros federalistas, unos liberales y otros conservadores... como en todo el mundo. Para el fascismo, que es rescoldo del pensamiento antiilustración (hasta la fecha), fue fácil amalgamar en su imaginario demagógico a la masonería con el comunismo (y luego con el judaísmo, en un ejercicio de contradicciones que nunca se justificó de modo medianamente plausible).

En la segunda mitad del siglo XX, acabadas las guerras y al menos temporalmente derrotado el fascismo brutal e irracional, otros grupos se ven necesitados de un chivo expiatorio para sus propias demagogias, y la masonería ofrece enormes ventajas para crear una cacería de brujas conspiranoica sin mucho riesgo: a) para entonces el común de la gente no tiene idea de qué es la masonería, porque ya hace algunas generaciones que perdió relevancia en la vida pública, así que se puede contar cualquier milonga sobre la masonería y la gente se lo tragará, b) la masonería está tan debilitada que no puede hacer nada (absolutamente nada) para defenderse (ya esto por sí mismo debería ser indicativo de su irrelevancia y su incapacidad de seguir influyendo en el curso de los acontecimientos) y c) la huella de la masonería en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII y las luchas políticas del XIX es demostrablemente lo bastante profunda como para presentarlos como una realidad merecedora de temor.

Entonces "la masonería" o "lo masónico" se convierte en una palabra milusos que mezcla bien con cualquier bebida conspiranoica: illuminati, reptilianos, nuevo orden mundial, comunismo, ovnis nazis, helicópteros negros, anarquistas, Skull and Bones, antisistema, Bilderberg, etc., etc.

Y ya. Sigue habiendo logias masónicas y en ellas puede haber personas poderosas, muchas veces por tradición familiar, pero esto no significa que el pensamiento o mecanismos internos de las logias dicte la forma en que se ejerce el poder. La realidad ha rebasado a la masonería yo creo que de modo irreparable porque es un anacronismo, una forma de organización que respondió a un momento histórico y a un espacio geográfico bastante delimitados. A su vez, como herramienta del pensamiento ilustrado, ya rebasó en general a sus primeros adversarios, los defensores de la monarquía y el derecho divino a gobernar por virtud de la herencia. Salvo excepciones, el poder de los monarcas está acotadísimo si lo comparamos con lo que era apenas en 1789, por ejemplo, del mismo modo en que nadie se plantea en serio ser "emperador de la Argentina" o "rey de Estados Unidos", salvo algunos chifladitos que sirven para entretenerse pero cuyas posibilidades reales son como las que tiene Keith Richards de ganar un Premio Nobel de Física.