29.7.16

Otra vez los dandys

Resulta especialmente incómodo leer una y otra vez comentarios de gente de cierto tipo despreciando a las masas mal lavadas, a las multitudes desinformadas, a las chusmas "menos preparadas" y a los "viejos reaccionarios" sin los cuales, parece ser, España sería una utopía que ríete tú de Suecia injertada en Pyongyang.

Es una muestra de incapacidad de comprensión que suena y resuena a María Antonieta y su "que coman pasteles", sea cierta o no la anécdota.

No se puede ser tuitero de pro en España, escribir en los diarios, rebuznar en las televisiones, escribir libros que te promuevan los iconos del politicorrectismo si no desprecias profundamente a todos los que votan al PP, los que escuchan a Camela, los que no han leído a Gramsci, los que ven a Sálvame, los que compran el libro de Belén Esteban...

Ojo, cuidado, no estamos diciendo criticar al PP, a Camela, al sistema educativo, a Sálvame o a Belén Esteban, que son asuntos que sin duda tienen su utilidad, por poca que sea, y su relevancia social, supondremos.

Tampoco estamos hablando, que serviría un poco más, de desarrollar métodos para optimizar la educación de quienes mantienen a todas esas instituciones con aspectos sin duda criticables. Vamos, si ya tenemos un sistema educativo universal y pagado por todos, ¿no sería una buena idea pensar en hacer que funcionara mejor? Porque evidentemente no está funcionando como decía el prospecto publicitario y algo habría que hacer.

Pero no.

Estamos hablando de despreciar al populacho. Estamos hablando de sentirse superiores al vulgo descerebrado, de demostrar una habilidad lingüístico-metafórica inalcanzable para la plebe, de establecerse en una élite cuya existencia debe agradecer la marranalla y cuya sabiduría debe beber con la pasión del que ha cruzado el desierto habiéndose olvidado el dinero para las máquinas de cocacola que hay en el camino.

La horda no entiende a los perfumados de la ideología más exquisitamente avanzada, y es importante que esto se utilice para su escarnio, el de la horda, digo, claro. ¿Cómo esa gentuza que se solaza en el ¡Qué me dices! y en los devaneos amorosos o sexuales de "Chabelita" o "Kiko" (así les dicen, en confianza, como otros dicen "Kierkegaard" o "Makhmalbaf") va a poder discutir con las firmas de eldiario.es o entender el profundo análisis de rebelion.org?

El secreto detrás de este mirar por encima del hombro implica, desde luego, una convicción profunda en el crítico: la idea de que él -o los suyos- están destinados a ser los conductores de la canalla, saben lo que es mejor para el vulgo, son, vamos, como los monarcas que lo eran porque nacían superiores a los súbditos, como los superhombres nietszcheanos... son un canto a las ideas de Ayn Rand del hombre de inteligencia superior... y no parecen darse cuenta...

Si uno finge demencia y sonríe, puede escuchar de cuando en cuando algo así como "son pobres porque quieren", esa vieja consigna que era el santo y seña de los caciques sin importar de dónde procedieran.

Cuando el pobre, inculto, ignorante, deseducado, analfabeto es, además, de color más bien oscuro, entra en acción ese deseo de echarse a la espalda la carga del hombre blanco, que diría Kipling, y salvar de sí mismos a esos "mitad demonios y mitad niños" que dijo el autor de El libro de la selva (que mira que eso del racismo filantrópico se lo paso a Kipling porque vivió en ese contexto histórico y fue educado como fue educado y no tuvo a mano otras ideas, pero cuando vives en el siglo XXI y tienes una licenciatura en políticas por la Complutense y vives en Vacíamadrid, que uses los mismos conceptos para "los silenciosos y descontentos pueblos" hace que yo, tan poco afecto a la violencia, empiece a plantearme las propiedades terapéuticas del swing de derecha directo a la dentadura)...

Y nadie está celebrando la pobreza, la ignorancia, la incultura, la falta de educación... al contrario... Son los grandes enemigos de todo ser humano medianamente decente, que en mi léxico significa de cualquier persona de izquierda convencida de que la injusticia debe combatirse. Es la forma de abordarlo, el paternalismo, la forma en que se ejerce una selectividad discriminatoria con base en las propias ideas, no sé si es la izquierda exquisita (mejor el nombre original de Wolfe, el radical chic) o la gauche divine o la izquierda caviar, o si siquiera sean o no de izquierda (no soy tan ingenuo como para abordar ese debate sin katana)... sé que me aburren, me asquean, me desbordan en su infinita sabiduría de a tanto el artículo, de bestseller irrelevante, de enfant terrible que no pasa de niñato petulante, de postureo más allá de lo conveniente para la salud del esqueleto. Me joden.

No es nada nuevo, no. Es una lacra permanente, continua. Esa tentación leninista, ese revisitar la utopía "pero no en mi propia casa" que al final distrae de las ideas que deberían ser fundamentales o eso cree uno porque tiene derecho. Cosas como que si no aceptas la opinión diversa tu carné de demócrata vale menos que un billete del metro de Moscú en los trenes de cercanías de París. O que no puedes ser legítimamente parte de la lucha de nadie a quien desprecies.



Lo que me molesta es que son legión o lo parecen porque van en manada, y son vistos por muchos como el modelo a seguir, el Google route que va del aulario al comentario agudo desdeñoso, a la ristra de tuits demoledores con más cálculo que el libro de Leithold, a la columnilla -bienpagá- en el periódico de moda que lleva al libraco en el que puedas demostrarle al mundo tu supremacía sobre la hez, vendas 10 mil ejemplares y procedas a buscar puesto de tertuliano.

Y más jode (como el doble) que lo hagan cuando son los privilegiados del sistema, los que encontraron todo hecho, los que estudiaron porque había un sistema educativo allí (que hoy desprecian), que se atendieron porque estaba allí un sistema sanitario (que hoy tratan de desprestigiar) y que no tienen que cuidar a sus mayores porque tienen -todavía- una pensión más o menos justa que les permite a éstos sus devaneos intelectuales, sus petas, su coca, sus libros de Zizek y sus chais en el café vegeta donde tocan canciones del Che, y que lo hagan desde sueldacos a los que no puede aspirar ninguno de los que ningunean y pretenden pastorear hastalavictoriaoalgo...

Porque, y esto es lo esencial, esa parte al parecer mayoritaria (o al menos abundantísima) de la sociedad que exhibe ese comportamiento que hallan despreciable, la que le da el éxito a Bisbal antes que a Ismael Serrano, la que ve realities en lugar de El ministerio del tiempo, la que lee bazofia en lugar de ilustrarse con Público está mandándole un mensaje a quienes han tenido, en su caso, la suerte de ver al mundo desde otra perspectiva. Pero si tu estrategia de combate de la ignorancia es el menosprecio antes que la comprensión, si la chabacanería merece tu desdén (o de cuando en cuando la glorificación de lo camp), si la ramplonería y el rechazo a "lo tuyo guay" no te hace pensar que no estás conectando con tu gente, tu destino es el del eterno outsider, petimetre ridículo que se pasea entre la morralla creyendo que da ejemplo cuando es sólo material para la burla y el escarnio de sus salvados.

Con lo cual la inversión que hizo la sociedad en ti se desperdicia lastimosamente, que al final es lo que más jode.