11.11.16

Adiós, Leonard

Hay tres discos que recuerdo cuándo, dónde y con quién estaba cuando los escuché por primera vez. Los tres han tenido una profunda influencia en mi vida.

Teníamos 17 años y ocupábamos en pandilla la cabaña de fin de semana de uno de los amigos del grupo, en Valle de Bravo, Estado de México. Algunos de la pandilla tenían un grupo de rock y nos llevaban a los demás por los caminos del descubrimiento musical. Allí, en un tocadiscos no muy bueno, rodeados de bosque, escuché por primera vez On the Threshold of a Dream, de Moody Blues. El comienzo, un poema del baterista Graeme Edge, era drama, era ciencia ficción, era un sonido seductor que le daba otra dimensión al rock. Los sigo escuchando.

Teníamos 14 años coqueteando con los 15 y estaba con un amigo mío y su primo, en casa del segundo. Había obtenido un disco nuevo que quería enseñarnos. La portada era alucinante, la cantante no aparecía glamorosa y deseable, sino rechoncha y vulgar, en dibujos del cómix underground que empezábamos a conocer. El disco era Cheap Thrills, de Big Brother and the Holding Company y la cantante era Janis Joplin. Jamás ninguno de nosotros había escuchado nada parecido, era una revelación, una forma de cantar que no tenía paralelo... ni lo tiene medio siglo después.

Teníamos apenas 16 y estábamos en casa de la novia de un amigo, donde arreglábamos el mundo con esa pasión adolescente que lo incendia y lo simplifica todo. Tenían un disco que también era relativamente nuevo, Songs of Leonard Cohen, un cantautor canadiense que sonaba totalmente distinto a los cantautores folk que ya conocíamos. Era barítono bajo, una voz infrecuente en el rock, y sus temas eran como si interpretara lo que sentíamos: "The Stranger Song" que éramos nosotros, "So Long, Marianne" y nuestros primeros amores frustrados, "Suzanne" y su dulce erotismo casi religioso.

Leonard Cohen en 2013. Foto CC Rama. Vía Wikimedia Commons.
Corte a muchos años después, cuando un director de una revista me pidió que escribiera la nota necrológica de Dalí. "¿Murió Dalí?", pregunté alarmado. "No, pero no tardará mucho, más vale estar preparados". Escribí la necrológica, se preparó en fotocomposición (así trabajábamos en aquellos años previos a la civilización) y en la forma de una tira de papel fotográfico revelado ocupó un cajón de mi escritorio en la redacción de la revista hasta el día que Dalí, finalmente, murió. Sólo tuvimos que poner la fecha y la causa oficial de la muerte, y esa misma semana se publicaba la nota.

Corte a hoy. Le han dado el Nobel de Literatura a Dylan y Cohen ha dicho que está listo para morir. Eso fue antier. Ayer Cohen dijo que era broma y que tenía muchos deseos de seguir vivo mucho tiempo.

Cohen me ha acompañado durante medio siglo, poco más o menos. Durante años, toqué sus canciones en guitarra, especialmente "Bird on the Wire", "Sisters of Mercy" y "Chelsea Hotel" (donde vivió su romance o amasiato con Janis Joplin, por cierto). Cohen estaba allí cuando era un secreto para unos cuantos iniciados que decían "¿Conoces a Leonard Cohen?" y quedaban hermanados por eso. Mucho antes de que Cohen ya viejo lograra la fama que lo eludió años atrás. Nunca fue un desconocido, pero sus últimos tours fueron apoteosis sorprendentes. Y seguía con uno.

No quiero escribir sobre su muerte cuando muera, mejor ahora. Porque puedo valorar las contradicciones brutales de un buscador espiritual que, como todos los buscadores espirituales, nunca supo exactamente qué estaba buscando y, por tanto, nunca fue capaz de encontrarlo. Coqueteó con religiones diversas, del cristianismo a la cienciología, de su judaísmo originario al budismo al que le entregó gran parte de su vida... era como si quisiera hallar en las creencias que le enseñaban otros lo que él en realidad ya parecía saber y uno se quedaba con la idea de que quizás no escuchaba sus propias canciones, las tapaba con las palabras (mucho más optimistas, pero mucho más falsas) del maestro espiritual de turno. Siempre me asombraron su ceguera a sí mismo, sus obsesiones innecesarias, su confusión gratuita, su miedo a no ser tan bueno como deseaba.

El viejo Cohen estaba por ahí en mis recuerdos cuando reapareció con el álbum The Future y volvió a cambiar el juego con canciones que nadie más se habría atrevido a cantar así... Salvo Waits, pero Waits las habría hecho más oscuras, más brutales, más embarradas en tierra y en la simpleza de pasiones más a ras de suelo...

(Nota: Esta entrada de blog se quedó aquí. No quise pensar en la muerte de Cohen, porque ha sido precisamente una buena compañía con la que no comparto muchas cosas, pero las que comparto son fuertes. Pensé que algún día volvería a ella. Ya no dio tiempo. Leonard murió hoy. Su muerte me sorprende en Londres, donde esta misma noche estuve escuchando en vivo a músicos mucho más jóvenes a los que disfruto enormemente. Una de ellas, Basia Bulat, canadiense e inevitablemente influida por su compatriota medio siglo mayor, ha cantado algún cover de Cohen. Los otros, Lake Street Dive, ciertamente no, pero seguramente encontrarían en su elaborado soul-indie-jazz algún acento imposible sin Cohen. La música, pues. sigue. So long Leonard (no me interesa ser original), ya no escribiré más sobre tu muerte. Cierro con Basia Bulat celebrando tu cumpleaños hace un par de años, aunque podría cerrar con el brutal cover de Hallellujah que hizo Popa Chubby o con tantos otros que pueblan YouTube... pero elijo éste porque cierra el ciclo del ayer al hoy, dejando ver la sonrisa triste del mañana...)