11.8.17

¿Por qué Vincent?



Me preguntaron: Hola. Una búsqueda en Google me llevó a esta respuesta en donde Ud. afirma que al ver en vivo "Trigal con cuervos" de Van Gogh estuvo un rato llorando.  ¿Me puede explicar que es lo que tiene de especial la pintura? ¿Qué es lo que lo hizo emocionar?

Respondí que quizás la enorme soledad que expresa, su casi rendición ante la adversidad. O quizá la fuerza de las pinceladas, la espectacular capacidad de crear impresiones delicadas con trazos tan gruesos, que revelan pinceles cubiertos en espesas capas de pintura aplicados con rapidez y seguridad. La idea de que es uno de sus últimos cuadros (no el último), casi un aviso de su suicidio. Y la brusquedad con la que termina el sendero central a la mitad del campo sembrado, algo poco usual. Finalmente, cuento, creo que me impresionó, como ocurre con "Los comedores de patatas", que en realidad es mi cuadro favorito de Van Gogh y que también me tuvo largo rato enfrente, lo pequeño que es. Un metro por cincuenta centímetros. Un lienzo tan pequeño y con tanta fuerza expresiva. Me resultó conmovedor y asombroso.

Había hecho todo el recorrido del Museo Van Gogh en Amsterdam con objeto de que ese cuadro fuera el último que viera. Recorrí primero la exposición sobre impresionismo que había, si mal no recuerdo, en el piso de abajo, y luego pasé por toda la exposición de Van Gogh hasta llegar a ese cuadro. Claro que me esperaba que fuera impactante, pero su realidad fue bastante más allá de lo que me había imaginado antes. Y eso ya me había pasado también, al principio del recorrido, con "Los comedores de patatas", lo cual potenció la experiencia.

Completando la respuesta, debo decir que los japoneses que abarrotaban el Museo Van Gogh fueron muy respetuosos y me dejaron soltar lágrimas un par de minutos sin empujarme, cosa que agradecí mucho.

Añado pues...

Vincent Van Gogh a los 19 años
Cuando me enamoré de la pintura de Vincent Van Gogh, éste todavía no era el pintor de los millonarios. De hecho, la leyenda de los precios delirantes por sus obras comienza el 30 de marzo de 1987, cuando Yasuo Goto pagó 39,7 millones de dólares de entonces por uno de sus cuadros de girasoles de 1888. Para entonces yo conocía la obra tanto como se podía conocer por libros en México, había leído fascinado las cartas a su hermano Theo... y albergaba el sueño de visitar algún día el Museo Van Gogh en Amsterdam, cosa que conseguí finalmente en julio-agosto de 1992, cuando fui invitado a participar como representante de México en el congreso de la Unión Internacional Ética y Humanista y ocurrieron los encuentros relatados al principio. Por cierto, por falta de tiempo tuve que elegir entre el Rijksmuseum de Rembrand (frente al que hay que pasar de camino al de Van Gogh) y el del postimpresionista. No dudé ni un segundo.

Los años siguientes fueron una locura en el mundo del arte. Los precios pagados por las obras de Van Gogh siguieron aumentando y agudizando la contradicción de que ése fuera el destino de las obras del pintor que había vivido casi de la caridad de su hermano, de precario equilibrio mental y enormes pasiones, y que según todo parece indicar sólo vendió un cuadro al óleo en su vida (El viñedo rojo cerca de Arlés, también de 1888) y que pintó algo menos de 900 cuadros en sólo 10  años de carrera, de los 27 a los 37.

Todo lo cual a mí, que apenas podía comprar a plazos algún libro de arte del Reader's Digest (no, la salvadora editorial Taschen aún no existía, fue fundada en 1980), me la soplaba con sinfónica. La idea no era comprar a Van Gogh, sino verlo y, de algún modo, entenderlo más allá de los mitos que lo rodeaban (sí, el de la oreja entre ellos, el de su suicidio también). Y con ello, quizás, entender por qué me gustaba tanto.

Habrá que meter como paréntesis que mi canción favorita durante buena parte de mi adolescencia tardía fue "American Pie" (1971) como pieza que relata la historia del rock desde la muerte de Buddy Holly, The Great Bopper y Ritchie Valens el 3 de febrero de 1959, hasta el asesinato de Meredith Evans en el concierto de Altamont de los Rolling Stones en 1969 cuando, como Lennon dictaminó: "El sueño ha terminado". Pero es otra canción del mismo autor, Don McLean, y del mismo disco, la que viene al caso, "Starry Night" también llamada "Vincent", una de las pocas canciones escritas para el genio holandés. Quizá sobreviva más que "American Pie" pese a todo...


He dicho en otra entrada que creo que si es necesario saber y, según algún experto, "entender" una obra para apreciarla, su arte se me empieza a escapar. Es muy probablemente cierto que un experto musicólogo disfrutará más que yo una interpretación casi perfecta, por decir algo, del Concierto para violín en re mayor de Beethoven, pero a cambio disfruta menos las interpretaciones más imperfectas: cada nota fallada por el violinista en la cadenza, cada entrada de la orquesta con 1/32 de tiempo de retraso, cada decisión del director sobre el volumen de violas y oboes que no le guste, le puede amargar horriblemente una interpretación que, por lo demás, a mí podría fascinarme si evoca mis pasiones y el imperfecto violinista se entrega con las suyas a darlo todo. Que saber es útil y bueno pero en el arte lo esencial no es la erudición (admirable en el físico y el historiador) sino la emoción.

Por eso mismo, no creo que conocer más datos sobre Van Gogh (que los he ido conociendo) me ayude a disfrutar más de su pintura, sólo me permite acercarme al, nuevamente, imperfecto personaje detrás de algunas de las pinturas que más me emocionan.

Muchos de los cuadros de Van Gogh son amorosos retratos de la gente más humilde, de la gente común de su entorno... sigue así la tradición de los grandes maestros de la edad de oro de la pintura flamenca que fueron quienes más jubilosamente se liberaron de la obligación de pintar cardenales malencarados, monarcas producto de la endogamia y soldadotes enlatados para contarnos al cambista, a la sirvienta, al cazador, a la lavandera, a la lechera, a la prostituta y al trovador.

El maravilloso "Violinista alegre" de Gerrit van Honthorst, 1623
(Vía Wikimedia Commons)
Esto lo lleva Van Gogh a su personal realidad. Si sólo tiene un florero con girasoles (algunos en estado bastante lamentable) o de lirios, los pinta. El mismo florero de girasoles hasta siete veces. Y si sólo tiene como paisaje su diminuta habitación en Arlés, la aboceta innumerables veces y la pinta en tres ocasiones, en tres cuadros. En el Museo Van Gogh yo no sabía esto, y me extrañó enormemente ver la pintura de la habitación... ¿no acababa yo de verlo unos días antes en el museo D'Orsay en París? Ya luego sabría que eran dos distintas y había otra más.


Pinta lo que hay. Lo que tiene a mano: cafés, iglesias, campesinos, a sus amigos, un almendro, una casa, unas raíces en el campo, un cangrejo o unos zapatos viejos (esos zapatos maravillosos)... No importa qué sea, lo pinta como si se le fuera la vida en ello --se le iba-- como Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina, con enorme convicción y, lo siento, con un enorme júbilo... me niego a suponerlo eternamente taciturno, sombrío, atormentado como poeta adolescente... sus cartas pintan ese autorretrato, pero sólo en parte, en otra parte describen a un hombre que quiere vivir y que disfruta su pintura antes que sufrir por ella... quizá lo que más le asfixia es no ser tan bueno como cree que debe ser.

Los comedores de patatas, 1885
Y quizás por allí llego al motivo de mi gusto por Vincent: un estilo que no se parece al de ningún otro, una furia emocional arrolladora y un compromiso con lo pequeño, con lo aparentemente intrascendente, con las historias de los que no pasan a la historia pero sin los cuales la historia no tiene ningún sentido. Trataré de no ser inmodesto al decir que eso también me ha movido en la literatura y la fotografía, que soy malo escribiendo héroes míticos y retratando a políticos poderosos, sino que me siento mejor contando la historia de los más, y retratándolos en su ordinariez gloriosa.

Ahora la duda que me queda es si mi gusto por Van Gogh se debe a que soy así o si mi gusto por esas historias y esas imágenes procede de la influencia del propio Van Gogh y sus pinturas de lo común. Cosa que difícilmente pueda desentrañar.

Pero aproveche y disfrute a Van Gogh.