17.3.18

Oposición e institución

(Dos actualizaciones interesantes al final: cómo está informando alguna prensa de lo acontecido y cómo se viralizó la desinformación sobre la muerte que detonó los disturbios.)

Cuando uno es oposición para tomar el poder en las instituciones, se come unas broncas horrendas cuando finalmente lo toma. Pero cuando uno es oposición para destruir a las instituciones, quedar al frente de ellas puede ser una absoluta tragedia ideológica.

Esta reflexión viene al caso con el nudo que se han hecho las autoridades municipales de Madrid y el partido al que representan, Podemos (aunque oficialmente lleven otro nombre), con los disturbios de Lavapiés. Primero, algunos de sus miembros automáticamente culparon a la policía de la muerte del inmigrante Mame Mbaye y, antes de hacer la preceptiva investigación para saber las condiciones reales de la muerte del hombre, lanzaron sus habituales tuits acusando del fallecimiento a la policía, al racismo y a la horrible ausencia de derechos humanos que sufre España en su imaginario. Ya empezaban a quemar las instituciones otra vez cuando alguien les recordó que los responsables políticos, si la policía era culpable (de lo que hay dudas enormes), eran ellos mismos. Que las instituciones, esta vez, eran ellos.


Allí empezaron los problemas. Para cuando la noticia llegó a los medios mundiales, ya no era "un inmigrante muere de un infarto y, según algunas versiones, poco antes fue perseguido por la policía por hacer venta irregular en la calle, de modo que la persecución pudo haber influido en su lamentable deceso, pero nadie tiene idea, por lo que las autoridades han emprendido una investigación"... la noticia ya era "Migrant African Street Vendor Killed By Police" (Vendedor callejero inmigrante africano asesinado por la policía). Y ese favor se lo estaban haciendo a Podemos nada menos que sus amigos de TeleSUR, la televisión del gobierno de Nicolás Maduro.

La confusión llevó a la indignación y antes de que nadie pudiera hacer ninguna investigación, se desataron disturbios en Lavapiés, barrio en el que vivía Mame Mbaye y donde viven muchos inmigrantes senegaleses. La policía trató de sofocar los disturbios con la clásica delicadeza de la policía (hay un vídeo en el que un policía, de modo absolutamente grauito, le da un porrazo por la espalda a mi amigo, el galardonado fotógrafo mexicano Juan Carlos Rojas). Aparecieron "solidarios" que igual eran despistados que cuadros anarquistas especialistas en la batalla callejera o neonazis que vieron su oportunidad de golpear gente de piel oscura o hacerlos quedar mal, y las calles ardieron durante varias horas.

Momento en que un policía golpea a Juan Carlos Rojas por la espalda. (vídeo en https://www.facebook.com/juancarlos.rojas.16/videos/2020490067964331/)
Al día siguiente, que es hoy, las autoridades madrileñas trataron de corregir el rumbo, pero las brasas prenden con facilidad y, cuando el cónsul de Senegal llegó una hora tarde a Lavapiés para reunirse con los inmigrantes a los que al parecer tampoco ha defendido demasiado, éstos le reclamaron, se calentaron y el asunto se saldó con otro enfrentamiento con la policía, el cónsul sacado in extremis por las fuerzas del orden y varios detenidos, todos españoles, señalados como responsables de destrozos varios.

Hasta ahora esto es lo poco que sabe el ciudadano de a pie. La ultraderecha está enardecida culpando a los inmigrantes senegaleses de cuanto haya podido pasar en España desde que se casaron Isabel y Fernando, y la ultraizquierda está al parecer muy satisfecha porque se ha demostrado que en España hay racismo, y ese racismo tiene la culpa de todo desde que se casaron Isabel y Fernando. La verdad de los hechos parece importarles muy poco a los dos bandos y, si hay una investigación, cualquier conclusión a la que llegue será impugnada, no por falsa, sino por no ajustarse a los deseos e intereses políticos de los que han politizado todo el asunto eludiendo sus enormes complejidades (y pocas cosas más complejas que el fenómeno de la inmigración irregular, con su carga de espinosas sutilezas políticas, económicas, sociales y, sobre todo, humanas, que plantea un desafío enorme a todos los países opulentos y que pocos parecen estar gestionando de modo razonable y humano).

Mientras sabemos --si llegamos a saberlo-- cómo se desarrollaron realmente los acontecimientos, lo que queda al desnudo es el problema de ser el que viene a romper las instituciones para hacer la revolución y se encuentra un día al frente de dichas instituciones y entra en una esquizofrenia política que en nada beneficia a los ciudadanos.

Cuauhtémoc Cárdenas con banderas republicanas
en una visita a Gijón en 2009.
(Copyright © Mauricio-José Schwarz 2009-2018)
Cuando Cuauhtémoc Cárdenas ganó la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 1997, la tarea que tenía frente a sí era enorme. A mí se me pidió que representara a mi barrio en el Comité de Seguridad Ciudadana, que tenía por objeto, algo nunca antes visto, ser el enlace entre la ciudadanía y la policía. Aquí ya empezaban los problemas, también. Había que explicarle a los policías, desde los mandos hasta las infanterías, que esos rojos revoltosos a los que habían estado persiguiendo y puteando durante toda su vida, éramos ahora el gobierno de la ciudad. Y había que hacerlo de modo que lo aceptaran. Y había que hacerlo con una policía corrupta hasta la médula, con más vicios que un fumadero de opio, con poca preparación y menos visión. (Lo que no podía hacer el gobierno era despedirlos a todos, que pasarían automáticamente a ser parte de la delincuencia, con información privilegiada, mientras se creaba una policía muy honrada pero totalmente amateur, labor que en una ciudad con 10 millones de habitantes es un desafío enorme. Había que trabajar con lo que había.)

Las anécdotas de las reuniones con los altos mandos policiacos, igual en las oficinas de Jesús Quintero (delegado de gobierno en la circunscripción correspondiente, la Benito Juárez) que en casas de la cultura donde los llevábamos a hablar -por primera vez- con los ciudadanos son abundantes, algunas cómicas, otras muy educativas (recuerdo a un comandante de la policía vapuleado por bravas mujeres luchadoras de toda la vida en una reunión en la que se dirigió a ellas con una condescendencia que se tuvo que comer de inmediato). Pero en todo ello había un elemento clave: no corríamos el peligro de ser incoherentes. Queríamos una mejor democracia, una policía que funcionara mejor para la ciudadanía, una mayor seguridad ciudadana, unas instituciones fortalecidas, sólidas, creíbles, transparentes. Lo poco que se hizo en el breve tiempo en que Cárdenas estuvo al frente de la ciudad fue muy alentador.

Pero me imagino --el mundo al final siempre se ve desde la experiencia propia-- que hubiera sido mucho menos eficaz si hubiéramos sido los antisistema al frente del sistema, la iglesia en manos de Lutero, que es con lo que se encontró Madrid, tristemente, el día de ayer. Si hubiéramos llegado a una reunión con los mandos llevando nuestra camiseta de ACAB con la cara de Íñigo Errejón o hubiéramos tenido que explicar que nuestro líder (como lo hizo Pablo Iglesias) se emocionó en televisión, y lo dijo, cuando vio que un chaval embozado de la guerra callejera cosía a patadas a un policía tirado en el suelo.

Es lo que va de querer mejorar la sociedad que tienes a querer inventar una nueva desde cero, que nunca suele dar resultados ejemplares.

Actualizaciones:

El Diario, periódico propiedad de Ignacio Escolar, que también lo dirige, esta noche tenía este aspecto. Si uno quería saber qué pasó (y al parecer lo que pasó es que la muerte de Mbaye no tuvo nada que ver con ninguna persecución policial y, al parecer, la policía llegó poco después de que se desplomó y trató de salvarle la vida), tenía que navegar por numerosas notas de ésas que buscan echarle gasolina al fuego y darle presencia a los aliados políticos, que el hombre fallecido finalmente deja de ser persona al convertirlo en banera, pretexto y nombre para poner en una pancarta.



Y, además, un amigo mexicano me hace llegar un análisis (eso que deberían hacer los medios españoles si les interesara informar antes que hacer propaganda política) de cómo se viralizó la desinformación respecto a la muerte del vendedor callejero.


Y es curioso que salvo David Llorente, que en su perfil dice ser "Diputado por Guadalajara y Portavoz de Podemos en las Cortes de Castilla-La Mancha. Anticapitalista, feminista, ecologista, animalista", todos los demás sean anónimos y algunos, como @polvorinos, cuentas con miles de tuits pero apenas 83 seguidores desde 2009, lo que resulta cuando menos sospechoso como cuenta bot. De lo que no se enterarán quienes lean la prensa en todo el arcoiris ideológico, desde La Gaceta hasta La Marea, desde La Razón hasta El Diario.